LA JUVENTUD RADICAL HOMENAJEARÁ A RAÚL ALFONSÍN EN EL LUNA PARK EL 30 DE OCTUBRE



El próximo 30 de octubre, a las 18 en el Estadio Luna Park, se llevará a cabo el acto homenaje que los radicales hijos de la democracia le debemos al ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Ese día se cumplirán 25 años de las elecciones presidenciales que significaron la salida de la trágica dictadura militar y el contundente triunfo de la UCR en las urnas.
Se trata del merecido reconocimiento que los jóvenes del Partido le realizaremos a uno de los más importantes dirigentes de la Unión Cívica Radical y de la historia argentina, quien fuera el principal mentor del proceso de recuperación democrática, elegido aquel 30 de octubre de 1983 por abrumadora mayoría como Presidente Constitucional de la Nación Argentina.
Asistirán a este acto más de 5 mil jóvenes dirigentes de la UCR de todo el país, quienes representan a una nueva generación de radicales, que se están preparando para asumir la renovación del partido y los desafíos que la Argentina deberá enfrentar en los próximos 25 años.
Este evento es la ocasión para que junto a Alfonsín, a través de su experiencia transmitida a los jóvenes radicales, signifique también un punto de partida para que con el esfuerzo conjunto de todos podamos trabajar por el futuro del país, ocupándonos de los problemas de la gente y los disputas que vendrán.
La solidaridad, la libertad, la integración, la modernización y el crecimiento son ejes claves de nuestros principios, nuestro ex Presidente trabajó mucho por ello y nos encomienda una gran tarea por delante, a quienes están hoy en funciones y a aún con mayor responsabilidad a los radicales más jóvenes, quienes seremos en los próximos años quienes tendremos que trabajar por la Argentina del siglo XXI.

Me equivoqué

“Ojo con tocarlo a Raúl / lo banca el pueblo / y por eso señor Presidente / decimos presente por cien años más.” Esa era una de las consignas esperanzadas que más cantaban los jóvenes de la Coordinadora allá por 1983, en el renacer de las instituciones después de la maquinaria de la muerte que instaló el terrorismo de Estado. Era la utopía del momento. Cien años más de democracia eran posibles. En eso estamos.

Por Alfredo Leuco 04.10.2008


“Ojo con tocarlo a Raúl / lo banca el pueblo / y por eso señor Presidente / decimos presente por cien años más.” Esa era una de las consignas esperanzadas que más cantaban los jóvenes de la Coordinadora allá por 1983, en el renacer de las instituciones después de la maquinaria de la muerte que instaló el terrorismo de Estado. Era la utopía del momento. Cien años más de democracia eran posibles. En eso estamos. Cien años más de Raúl Ricardo Alfonsín eran sólo una expresión de deseos. Esta semana, el ex presidente, rodeado de sus seis hijos y veintidós de sus nietos, exhibió la dignidad de sus 81 años. Pero también, la fragilidad de su salud. Con tozudez de gallego, un bastón de apoyo y el afecto de la gente que lo quiere, está combatiendo a un maldito enemigo llamado cáncer. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner destacó que ese homenaje se hiciera en vida. Es muy doloroso decirlo, pero todos son conscientes de que la muerte está acechando a ese hombre honrado que puede caminar con la frente alta por las calles. “¡Al-fon-sín, Al-fon-sín!”, coreaban sus viejos muchachos del sub-60 con más canas y kilos y mucho menos pelo. Tal vez ésa sea la más maravillosa música que se lleve en sus oídos. Tal vez la imagen de ese salón en paz y en convivencia, lleno de radicales, peronistas y socialistas, sea la última y mejor postal que recuerde de esa Casa Rosada que lo vio librar sus batallas más difíciles. Entre esas paredes, Alfonsín mezcló fortalezas y debilidades. Aciertos corajudos, como el juicio a las juntas, cuando todavía muchos temblaban frente a un uniforme. Y errores terribles, como aquel “Felices Pascuas, la casa está en orden”, frente a la sublevación carapintada que desembocó en las leyes de impunidad. En 1987 escribí junto a José Antonio Díaz un libro que fue el más vendido del año. Se llamó Los herederos de Alfonsín. Investigaba la historia oculta, el poder y el mito de la Junta Coordinadora Nacional. Florecía la primavera democrática y había voracidad por conocer quiénes eran aquellos jóvenes salidos de la cantera de la Franja Morada, hermanados en un congreso junto a la laguna Setúbal. Algunos medios se preguntaban sin ponerse colorados: “¿Son los Montoneros de Alfonsín?”. Allí reconstruimos la trayectoria militante de Enrique “Coti” Nosiglia, Federico “Fredi” Storani y Luis “Changui” Cáceres, los tres jefes territoriales. Y también la del grupo de “coroneles” más destacados: Carlos Becerra y Ricardo Lafferrière, además de Jesús Rodríguez, los hermanos Stubrin, Facundo Suárez Lastra y Raúl Alconada Sempé, entre otros. En ese texto que compraron 37 mil personas, arriesgamos una hipótesis desde el título mismo. Y la verdad es que, veintiún años después, con el resultado a la vista, debo reconocer que nos equivocamos. Está absolutamente claro que ellos no fueron los herederos de Alfonsín. Esa estructura poderosa y preparada para la lucha política fue prácticamente barrida después de que Alfonsín resolvió adelantar la entrega del poder y no terminar su mandato. Y a los otros, los pocos que sobrevivieron en los primeros planos de las decisiones, se los llevaría puestos el helicóptero de Fernando de la Rúa. Hoy, si bien siguen siendo hombres influyentes y de consulta, muy pocos tienen cargos relevantes en ese partido que hasta hoy, en Mina Clavero, discutió su destino y el del vicepresidente de la Nación, Julio César Cleto Cobos. Cortando grueso, hay que decir que tampoco se los ha visto desfilar por Tribunales ni tener alguna causa pendiente vinculada a posibles actos de corrupción. Se los ve prudentes, con perfil bajo, sin esas corbatas estridentes ni las camionetas con vidrios polarizados de los nuevos ricos. Ese mandato de honradez en la función pública que viene desde el fondo de los tiempos con Yrigoyen y don Arturo Illia parece ser una de las herencias que Alfonsín dejó. Probablemente no sea el pueblo su único heredero. Tal vez haya que buscar su legado en la honestidad y las ideas. Por eso, su último discurso, el del miércoles pasado en el Salón de los Bustos, va a quedar como su testamento político. Un tributo para los jóvenes que todavía creen que la política es la mejor forma de construir una sociedad más justa. En ese testamento, Alfonsín dijo que la política no es sólo conflicto, que también es construcción. Delicado en las formas, fue un claro mensaje al matrimonio Kirchner. Como decir que las palabras “enemigo” y “traidor” deben extirparse del diccionario republicano. Hay adversarios. Hay dirigentes que piensan distinto. Hay debates calientes y apasionados. Pero no debe haber enemigos entre los argentinos, para que no nos devoren los de afuera. Alfonsín también dijo que, desde que él asumió, no hubo ni habrá más presidentes de facto. Tiene autoridad para decir “Nunca más”, junto al ex fiscal Julio Strassera, quien lo acompañó en el homenaje. Alfonsín fue el partero del período democrático más prolongado de la historia, el que estamos navegando con miserias y grandezas, y que nos permite seguir construyendo esa bandera peronista llamada justicia social que todos queremos en el marco de esa bandera radical llamada libertad que todos necesitamos. Alfonsín miró con cierta desconfianza esa escultura destapada por la Presidenta. No sólo porque apenas se le parece. Sin pelos en la lengua, planteó que no hubiera aceptado ni permitido que se tomara como un halago a su persona. Que lo valoraba como un mensaje hacia la democracia. Ese es otro de los tesoros que le deja a su descendencia: el rechazo visceral hacia cualquier culto al personalismo. “Sigan a las ideas y no a los hombres”, dijo, como siempre dice. Las ideas nunca defraudan. Las ideas nunca traicionan. Las ideas no se matan ni se mueren. Las ideas sí pueden gritar presente por cien años más.

Diálogo, Unidad y Desarrollo Partidario fueron los principales conceptos volcados en la reunión de la Línea Morada

Este Miércoles 1º de Octubre se reunió la Línea Morada de la UCR en el Comité “Miguel Ángel Racca” de General Pico con el fin de debatir aspectos vinculados a cuestiones partidarias de índole Provincial y Nacional.
Contando con la presencia de más de 70 personas se abrió el debate haciendo referencia sobre unos de los temas que tratará la próxima Convención Nacional de la UCR a desarrollarse el próximo sábado 4 de Octubre en la provincia de Córdoba. La posible “amnistía” para aquellos correligionarios que en estos momentos se encuentran en otras fuerzas políticas ocupó el escenario central. Variadas opiniones se brindaron sobre la problemática, aunque primó la opinión de aquellos que creen necesario fortalecer el radicalismo, por lo cual aspiran a que los dirigentes actúen en favor de la UCR y no de personalismos.
Asimismo se habló de la renovación de autoridades que se dará el próximo 16 de Noviembre para los cargos partidarios de las mesas directivas provinciales y locales, manifestándose que se priorizará el diálogo ante las demás líneas internas, como así también la renovación de las mesas directivas de Juventud.
Los jóvenes integrantes de la JR Del Parque plasmamos la necesidad de la conformación de la mesa local, la cual se encuentra acéfala desde el año 2.004, debemos conformar una juventud pujante que vuelque su trabajo y doctrina a los barrios de nuestra ciudad. Asumimos el desafío de volver a tener una juventud activa, formada y militante.

UN MERECIDO HOMENAJE



Discurso del Dr. Raúl Alfonsín el 1º de octubre de 2008, en ocasión del descubrimiento en la Casa Rosada de un busto suyo en calidad de ex presidente de la Nación.


De todos los honores y privilegios que la vida me ha dado, y en verdad han sido muchos, por cierto jamás hubiera imaginado acceder a éste que se me concede, el de presenciar la inauguración de un monumento de mi persona. No lo hubiera imaginado, no lo hubiera permitido. Del mismo modo, tal cual rechacé invitaciones anteriores, en la actual circunstancia, desde luego que no interpreto que se realiza un homenaje a mi persona, sino a la democracia que logramos los argentinos.Siempre creí y así lo dije en tantas oportunidades que es la misión de los dirigentes y de los líderes plantear ideas y proyectos evitando la autoreferencialidad y el personalismo; orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimiento colectivo, sumar inteligencias y voluntades, asumir con responsabilidad la carga de las decisiones. “Sigan a ideas, no sigan a hombres”, fue y es siempre mi mensaje a los jóvenes. Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforman en antorchas que mantienen viva a la política democrática.En esta galería de presidentes, conviven aquellos que expresaron e interpretaron esa voluntad del pueblo de forjar un destino propio, con aquellos que fueron impuestos o se impusieron por la fuerza, como consecuencia de la frustración de aquellos anhelos. Si los contamos, todavía encontraremos seguramente más presidentes de facto que presidentes elegidos por el pueblo. Esto es lo que notablemente ha cambiado a partir de 1983; no hubo ni habrá aquí más presidentes de facto.Son las certidumbres que debemos evocar y a las que debemos rendir homenaje en estos 25 años que estamos cumpliendo de joven pero incompleta democracia. La democracia que tenemos es nuestra casa común; el hábitat y las normas que nos deben permitir desarrollar nuestras vidas más plenamente como individuos y familias, como sociedad y como pueblo que aspira a ser una nación. Veinticinco años después, nos toca mejorarla, fortalecer sus capacidades transformadoras y dar contenido real a la igualdad de oportunidades asegurando y expandiendo nuestras libertades.Democracia es vigencia de la libertad y los derechos pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad pero nos falta la igualdad. Tenemos una democracia real, tangible, pero coja e incompleta y, por lo tanto, insatisfactoria: es una democracia que no ha cumplido aún con algunos de sus principios fundamentales, que no ha construído aún un piso sólido que albergue e incluya a los desamparados y excluídos. Y no ha podido, tampoco aún, a través del tiempo y de distintos gobiernos construir puentes firmes que atraviesen la dramática fractura social provocada por la aplicación e imposición de modelos socioeconómicos insolidarios y políticas regresivas.El 10 de diciembre de 1983, en mi primer mensaje ante el Congreso de la Nación como Presidente convoqué a todos los argentinos a una tarea común para constituir la unión nacional.Para lograrlo era imprescindible luchar por un Estado independiente, que no podía subordinarse a poderes extranjeros, ni a grupos financieros internacio­nales, ni a los privilegios locales. La propiedad privada cumplía un papel importante en el desarrollo de los pueblos, pero el Estado no podía ser propiedad privada de los sectores económicamente poderosos.Era necesario buscar un consenso fundamental: la democracia aspira a la coexistencia de las diversas clases y sectores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes concepciones de vida. Es pluralista, lo que presupone la aceptación de un sistema que deja cierto espacio a cada uno de los factores y hace posible así la renovación de los gobiernos, la renovación de los partidos y la transformación progresiva de la sociedad.“La democracia es previsible, y esa previsibilidad indica la existencia de un orden mucho más profundo que aquel asentado sobre el miedo o el silencio de los ciudadanos.“La previsibilidad de la democracia implica elaboración y diálogo que no excluirá, sin duda, tempestuosos debates y agrios enfrentamientos de coyuntura que nutrirán al estilo republicano triunfante ya en el país”.“La democracia no se establece sólo a través del sufragio ni vive solamente en los partidos políticos. Nuestro gobierno no se cansará de ofrecer gestos de reconciliación, indispensables desde el punto de vista ético e ineludibles cuando se trata de mirar hacia delante”.Sin la conciencia de la unión nacional, sostuvimos, será imposible la consolidación de la democracia; sin solidaridad, la democracia perderá sus verdaderos contenidos. Esta llama debe prender en el corazón de cada ciudada­no, que debe sentirse llamado antes a los actos de amor que al ejercicio de los resentimientos.Sabíamos que la tarea exigiría tiempo, esfuerzos, sacrificios, claridad de ideas y una gran energía encauzada por un preciso sentido de la prudencia y el equilibrio, pero teníamos una ventaja: la experiencia nos había enseñado que, cada vez que perdimos la democracia, la inmensa mayoría de los argentinos terminó perjudicándose.También habíamos aprendido que los que estimulan la impaciencia para proponer la intolerancia y la violencia como remedios terminan favoreciendo los intereses del privilegio. Aprendimos que cuando el pueblo no decide sobre el gobierno, la nación y el pueblo quedan desguarnecidos frente a los intereses de adentro y de afuera.Habíamos aprendido que existían fuerzas poderosas que no querían la democracia en la Argentina. Sabíamos que la reivindicación del gobierno del pueblo, de los derechos del pueblo para elegir y controlar el gobierno de acuerdo con los principios de la Constitución, planteaba una lucha por el poder en la que no podíamos ni debíamos bajar los brazos, una lucha que teníamos que librar y en la que teníamos que triunfar.En este planteo puede destacarse también el lugar central que tiene la cuestión de la transformación de nuestra cultura política; aquello que suele llamarse la “dimensión subjetiva” de la democracia. Y sabemos que el esfuerzo por crear bases estables y predisposiciones arraigadas para la convivencia democrática pasa necesariamente por superar las deformaciones asentadas en la mentalidad colectiva de nuestro país como herencia de un pasado signado por la frustración y el autoritarismo.En efecto: la intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad, la concepción del orden como imposición y del conflicto como perturbación antinatural del orden, la indisponibilidad para el diálogo, la negociación, el acuerdo o el compromiso, han sido maneras de ser y de pensar que echaron raíces a lo largo de generaciones en nuestra historia. Y que por cierto, constituyen todavía hoy una de las principales rémoras y déficit con las que carga nuestra democracia.Está convicción viene acompañada de una invitación y un deseo esperanzado. Propongo que todos lo intentemos, con la cabeza y el corazón en el presente y la mirada hacia el futuro. Porque los argentinos hemos vivido demasiado tiempo discutiendo para atrás. En política esto tuvo una expresión trágica durante décadas: la única forma que tenía la oposición para llegar al gobierno, era que le fuera mal al de turno, sin advertir que al dificultar la gestión a quien se derrotaba era a la Nación.Hoy todavía hay rastros de ese canibalismo político que ha teñido la práctica política. La política implica diferencias, existencia de adversarios políticos, esto es totalmente cierto. Pero la política no es solamente conflicto, también es construcción. Y la democracia necesita más especialistas en el arte de la asociación política. Los partidos políticos son excelentes mediadores entre la sociedad, los intereses sectoriales y el Estado y desde esa perspectiva hemos señalado que lo que más nos preocupa es el debilitamiento de los partidos políticos y la dificultad para construir un sistema de partidos moderno que permita sostener consensos básicos. No será posible resistir la cantidad de presiones que estamos sufriendo y sufriremos, si no hay una generalizada voluntad nacional al servicio de lo que debieran ser las más importantes políticas de Estado expresada en la existencia de partidos políticos claros y distintos, renovados y fuertes, representativos de las corrientes de opinión que se expresan en nuestra sociedad.Y a propósito de bustos, estatuas e íconos, y del sentido que le damos a estas evocaciones del pasado, siempre recuerdo la historia de “La Estatua de Sal”, aquel pasaje de la Biblia en la que un ángel le advierte a Lot: “¡Sálvate! ¡No mires hacia atrás ni te detengas! ¡En ello te va la vida!.” Su mujer quiere ver el exterminio de Sodoma. Mira hacia atrás y queda convertida en una estatua de sal.Sin embargo, hay también otro riesgo. Están aquellos que no miran hacia atrás pero tampoco lo hacen hacia ningún lado. Los que ni siquiera tienen pensamiento propio. Erich Fromm, en su libro “¿Podrá sobrevivir el hombre?”, lo define como el pensar inauténtico, de autómata, de aquel que cree que algo es verdad no porque haya llegado a esa convicción por el propio pensar, basado en observaciones o experiencias, sino porque se lo han sido “sugerido”, porque le ha sido propuesto “...por fuentes que llevan consigo el peso de las autoridad, en una u otra forma.”, modas y olas pasajeras, distintas formas de “pensamiento único”.Otro gran pensador que hemos seguido, Norberto Bobbio, escribió en su libro De Senectute: “somos también lo que elegimos recordar”. Toda mi actividad política buscó fortalecer la autonomía de las instituciones democráticas y fortalecer le gobierno de la ley, para que la ley y el Estado de Derecho estuvieran separados de cualquier personalismo. Nuestro país tuvo un talón de Aquiles: no podíamos garantizar la alternancia democrática del gobierno. El objetivo de toda mi vida ha sido que los hombres y mujeres que habitamos este suelo podamos vivir, amar, trabajar y morir en democracia. Para ello era y es necesario que además de instituciones democráticas haya sujetos democráticos, porque sólo así pueden sobrevivir a sus gobernantes.Y lo bueno de las instituciones democráticas es que no necesitan efigies que las presidan, ni estatuas que les den su investidura. Pero si en algún rincón de sus edificios públicos es posible evocar a aquellos hombres y mujeres que las han presidido o que contribuyeron a defenderlas y ponerlas en movimiento al servicio de la sociedad, bienvenido sea.
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